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Marianne Schulze

 

¿Cómo se implicó en el trabajo con personas con discapacidad?

Ha habido varios eventos en toda mi vida que me llevaron hacia la discapacidad como tema. Primero, cuando era adolescente, trabajé en una institución para personas con lesiones adquiridas, después en una para personas con discapacidades adquiridas al nacer, luego en una clínica especializada en la enfermedad de Alzheimer. Más tarde, cuando estudié derecho laboral en Australia en 1998, mi profesor era una persona con deficiencia visual, Ron McCallum, no obstante, tengo que destacar que su deficiencia no supuso un problema. Él se convertiría en el segundo Presidente del Comité de la CDPD en Ginebra. El tercer punto es que mi bisabuelo fue asesinado en Hartheim, la principal cámara de gas utilizada para asesinar a las personas con discapacidad. Adolf Böhm era una figura política clave en Viena y la persecución nazi le causó una depresión nerviosa, que a su vez hizo que le despojaran de su capacidad jurídica y que le asesinaran.

¿Cómo se implicó en las negociaciones de la CDPD?

Cuando oí hablar por primera vez de la Convención, iba a empezar unas prácticas con el Servicio Internacional para los Derechos Humanos (ISHR), en su oficina de Nueva York. Yo debía comenzar el 10 de septiembre de 2004, pero mi supervisora, Michelle Evans, me propuso venir antes y asistir a la 4ª sesión del Comité ad hoc. Cuando primero me entregó un borrador de la sociedad civil me quedé muy consternada por la distinción hecha entre los hombres y las mujeres con discapacidad, que generalmente resulta contraproducente desde el punto de vista de los derechos humanos. Asistí unos cuantos días y, como la persona encargada de cubrir el evento estaba enferma, me pidieron que hiciera el borrador del informe. Así, en noviembre de 2004, empecé a hacerlo, basándome en los resúmenes diarios. Entonces fue cuando realmente empecé a apreciar la importancia de las negociaciones. Como recompensa, me ofrecieron la posibilidad de asistir a la 5ª sesión del Comité ad hoc. Para la 6ª sesión del Comité ad hoc, a la que asistí en su totalidad, Rehabilitation International me pidió que cubriera los debates sobre la Educación Inclusiva. Allí es donde conocí a Kirsten Young, de la Red de Sobrevivientes de Minas (Landmine Survivors Network). Ella hacía la conexión con IDDC y su miembro austriaco, Light for the World, que se estaban preparando para la presidencia austriaca de la UE y que, por lo tanto, buscaban a alguien que fuera austriaco y que hubiera asistido a las sesiones anteriores de las negociaciones.

¿Cuál fue su papel en las negociaciones?

Empecé a abogar por una cláusula sobre la cooperación internacional en nombre del Consorcio Internacional sobre Discapacidad y Desarrollo en el 7º Comité ad hoc. El esfuerzo lo lideró Mariana Olivera West, quien era la delegada mexicana, facilitadora en el lado diplomático para lo que posteriormente pasó a ser el artículo 32 –Cooperación internacional. Trabajé estrechamente con el Proyecto Sur, donde los líderes del Sur estaban haciendo la promoción de los intereses. Ellos vinieron con ideas muy buenas y de gran alcance sobre lo que la cooperación internacional significaría para las personas con discapacidad. Pude ver un interés claro, puesto que no había ninguna disposición independiente sobre cooperación internacional en ninguno de los demás tratados sobre derechos humanos de la ONU. Así que sabía que las negociaciones iban a ser complicadas y políticamente cargadas. Cada vez que iba a argumentar sobre algo, me tenía que asegurar de que no íbamos a hacer demasiada presión, porque eso nos ponía en riesgo de perderlo todo. Los líderes del Proyecto Sur parecía que confiaban en mí, así que tuve una actitud más de líder que de consejera en el artículo 32; algunos aspectos se añadieron al artículo 11 sobre las situaciones de riesgo que surgió en respuesta al tsunami de 2004.

En paralelo a mi trabajo en el Comité ad hoc, yo estaba trabajando también en los mecanismos de las Naciones Unidas en general. Esto me dio la oportunidad de darme cuenta de que las negociaciones se encontraban realmente en un taller resguardado dentro de la ONU, con reglas muy especiales. […] Los diplomáticos que se unieron al Comité eran gente trabajadora, en su mayoría en la treintena. El tercer comité se dice que fue un trampolín en sus carreras. Muchos de estos jóvenes nunca habían trabajado con la sociedad civil a nivel de la ONU, y mucho menos habían conocido a personas con discapacidad. Se vieron obligados a bajar de sus pedestales y a tratar con personas con discapacidad; lo que tuvo un profundo impacto en su forma de actuar en el Comité ad hoc. Cuando terminaba la sesión, volvían a ser de nuevo delegados competitivos. Pero se las arreglaban para cambiar entre estos entornos con mucha fluidez. Fue una atmósfera política muy diferente, por no decir especial. Cualquiera que conozca la ONU un poco, puede saber cómo se pueden encender los ánimos, incluso en el Comité ad hoc. Pero esta atmósfera especial hizo posible que se suavizaran las cosas. La coordinación general de todas las contribuciones ocurrió gracias a la gran confianza entre algunos de los delegados y los miembros de la sociedad civil. Eso resultó esencial. Hay que destacar lo fuerte que fue.

¿Cómo la Convención tuvo un impacto en su trabajo posterior?

En febrero de 2007, Kirsten Young me invitó a una conferencia sobre minas terrestres en Viena. Allí me topé con Alexandre Cote, quien también estaba asistiendo. Como él estaba organizando una formación en Belgrado (Serbia) como parte del proyecto Share-See, vino a mí y me explicó que estaban buscando un texto que reuniese las sugerencias del International Disability Caucus y una base más general sobre derechos humanos. Me preguntó si yo podía escribir este texto, empecé a trabajar en él y cubrí las primeras 32 disposiciones -las disposiciones sustanciales- del tratado para la formación que se estaba realizando en Belgrado. Recuerdo que, durante la formación, Zvonko Shavreskii de Polio Plus, Macedonia, se quejó duramente de que el texto solo abarcaba el tratado hasta el artículo 32, preguntando por qué no se habían debatido también otros artículos y toda la Convención. Así, Alex y yo decidimos agregar las disposiciones técnicas y con ellas todo el Tratado. Más tarde, Ron McCallum, quien había sido uno de mis profesores de universidad, fue nominado como candidato para el comité de la CDPD. Le envié un par de textos para que se familiarizara con el tratado, añadiendo el texto del taller de Belgrado. Me respondió diciendo que este era el mejor texto disponible sobre la Convención y que yo debía publicarlo. Así que hablé con Alex, le dimos otro repaso y luego imprimimos unos 200 ejemplares para la Tercera Conferencia de los Estados partes en septiembre de 2010. Unas partes se han traducido al árabe y al ruso, Handicap International hizo posible una traducción al francés, la traducción al chino está a punto de ser publicada. Después de eso, empecé a ir regularmente a Nueva York para trabajar para IDDC y Light for the World sobre las resoluciones relacionadas con la discapacidad en la asamblea general de la ONU. Terminé redactando la resolución de los ODM sobre discapacidad en 2009. También participé en las negociaciones para la Reunión de Alto Nivel sobre Discapacidad en septiembre de 2013. Me senté con diplomáticos para esbozar la resolución para esta reunión. Yo estaba trabajando en cuestiones relacionadas con la financiación para el desarrollo, cuando se cuestionó la financiación del Comité de la CDPD y me las arreglé para que se implicara el entonces Presidente Ron McCallum y creo que juntos hicimos bastante para garantizar la financiación del Comité.

Según usted, ¿cuáles son las lecciones que se pueden aprender del proceso de redacción de la Convención?

Hasta ahora, todavía estoy tratando de poner de relieve el gran potencial que tiene la Convención para enriquecer a otros tratados de derechos humanos. Veo mucho potencial en algunos aspectos específicos, como por ejemplo en el artículo 32 sobre cooperación internacional, que es el primero de su tipo en un tratado de derechos humanos de la ONU. Otro ejemplo podría ser el increíble potencial que especificaciones sobre cuestiones mentales podrían tener en lo que respecta a ampliar las medidas de protección en ese campo. En cuanto a lo que concierne a la implicación de la sociedad civil, no creo que esa situación se pueda repetir de esta misma manera dentro de poco. Pero seguro que algo de la fuerza y del poder que surgieron en el proceso de negociación quedarán como parte de su legado.

En su opinión, ¿cuáles son los desafíos pendientes y las prioridades para la aplicación de la Convención?

La Convención tiene un gran potencial, pero hay algo que todo el mundo subestimó, que es el empoderamiento de las personas sin discapacidad. Realmente creo que necesitan mucho más que la sensibilización. La gente a menudo tiene miedo de hacer algo equivocado; como consecuencia, a menudo terminan no haciendo nada en absoluto. Si yo estuviese renegociando la Convención, volvería a renombrar el artículo 8 sobre la sensibilización mencionando algo en torno al empoderamiento. La idea es reforzar las capacidades y lograr cambios, para que las personas se puedan sentir más cómodas con las problemáticas relacionadas con la discapacidad. Tiene que ser mucho más fuerte. Hay algo que todavía estoy tratando de hacer, que es poner de relieve el potencial que tiene la Convención para otras cuestiones de derechos humanos –la CDPD añade muchos matices y calidad. Tiene que ser mucho más fuerte. Otro desafío que queda es asegurarse de que las acciones emprendidas a nivel comunitario estén realmente en línea con el concepto de derechos humanos accesibles e inclusivos que promueve la Convención.

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