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Idrissa Maïga

 

¿Cómo se incorporó al movimiento de las personas con discapacidad?

Llegué al movimiento de las personas con discapacidad a raíz de una lucha en 2006-2007 por el empleo de las personas con discapacidad diplomadas. Había una ley en Níger de 1993, que garantizaba por contrato el 5% de las plazas para las personas con discapacidad. Ahora bien, un gran número de personas con discapacidad seguían sin empleo; las empresas privadas, la administración pública, no las querían. Como jóvenes con discapacidad, estábamos comprometimos para que la ley se aplicara realmente en beneficio de las personas con discapacidad. Desde entonces, no he parado. Creo que queda mucho por hacer para que los niños con discapacidad puedan ir a la escuela, para que los jóvenes puedan aprender un oficio, para que las personas con discapacidad puedan vender los productos que fabrican.

Rol en las organizaciones/ proyectos que las organizaciones realizan

Actualmente, trabajo más en la parte relacionada con la promoción de los intereses, para sensibilizar a los Estados para que garanticen los derechos a las personas con discapacidad, pero también para sensibilizar a las personas con discapacidad para que tengan un comportamiento cívico. Eso va de la mano: tenemos derechos que nosotros reivindicamos, también es necesario que podamos cumplir nuestros deberes como ciudadanos.

Sobre la Convención, ¿tuvo un impacto en su trabajo cotidiano?

¡Por supuesto! Con la ratificación por parte de mi país, es uno de los medios que podemos utilizar para llamar la atención de los gobernantes. Como el país la ha ratificado, la tiene que aplicar. La Convención no se refiere solo a los derechos reconocidos a las personas con discapacidad. Es necesario que el país respete este compromiso que ellos mismos han contraído. Pero queda bastante por hacer porque la ONU no puede dotarse de una Convención y quedarse ahí. Hay que ir a ver lo que está ocurriendo en los países y no contentarse con lo que los países cuenten en la tribuna. Casi siempre son los mismos discursos, cada país toma la palabra y dice: «Hemos proporcionado sillas de ruedas, dado de comer, etc.». Parece que están más bien en el modelo social y caritativo: ese no es el espíritu de la Convención: la Convención se refiere a la garantía de los derechos de las personas con discapacidad.

¿Cuáles son los cambios más significativos aportados por la Convención?

A nivel de las personas con discapacidad, al menos hay cierto orgullo en decir que la Organización de las Naciones Unidas, que es la agrupación de todos nuestros países, se ha comprometido a garantizar sus derechos. Pero a nivel nacional, a veces se tiene la impresión de que nuestros Estados firmaron la Convención sin necesariamente preocuparse por las implicaciones concretas que eso tenía. Si no existe una armonización de las leyes con la Convención, no puede incidir en la vida cotidiana. Por ejemplo, en la constitución de algunos países está escrito que hay que ser física y mentalmente apto para ser candidato a la Presidencia. Este no es normal, se trata de una flagrante contradicción con la Convención. Pero son realidades que existen en nuestras constituciones, no es en absoluto normal.

¿Qué vínculo hace usted entre la Convención y la sociedad civil?

En eventos tales como la Conferencia de las Partes en la ONU, se podría tener la impresión de que la Convención es de la sociedad civil: la sociedad civil se activa, recuerda, intenta mostrar el camino a seguir. Nos gustaría ver ese mismo entusiasmo a nivel de los Estados, es el papel que les corresponde, son los que tienen que hacerlo.

¿Cuáles fueron las consecuencias de la Convención?

Esta Convención ha dado fuerza a las personas con discapacidad, les permite esgrimir este instrumento y recordar a los Estados sus compromisos: «Ustedes lo han ratificado, por lo tanto, tienen que ser capaces de iniciar acciones concretas». A menudo nuestros Estados, aunque no lo reconozcan públicamente, se recuerdan a sí mismos que han firmado la Convención y que deben actuar con cierto sentido de la rendición de cuentas. Hay un movimiento enorme de personas con discapacidad que están ejerciendo presión sobre nuestros Estados, es uno de los principales logros de la Convención.

¿Qué es lo que podría haber sido diferente?

La Organización de las Naciones Unidas se ha dotado de diferentes agencias relacionadas con los derechos del niño, los derechos de la mujer, así como sobre el tema del SIDA. Si la ONU desea demostrar que le preocupa el derecho de las personas con discapacidad, debe haber una agencia también para las personas con discapacidad. A menudo, tenemos la sensación de que ninguna de las agencias de la ONU que se encuentran en nuestros países tiene el mandato de la discapacidad. Si existiera una agencia de la ONU que trabajara específicamente sobre la temática de la discapacidad, al menos sabríamos a quien dirigirnos.

¿Cuáles son los desafíos para el futuro?

Suelo tener la costumbre de decir que todo se puede presentar en forma de desafío para las personas con discapacidad: comer, casarse, ir a la escuela. Si nosotros, personas con discapacidad, representamos a nuestros pares ante las tribunas en las conferencias, es porque hemos tenido la suerte de ir a la escuela. La escuela me parece que es la prioridad, a fin de posibilitar que todos los niños con discapacidad puedan ir a la escuela. Hacer que las escuelas sean accesibles, formar a los profesores para que reciban a niños con discapacidad, revisar los currículos para que se tenga en cuenta la dimensión de la discapacidad: si eso se hace, todos los demás componentes de los derechos se derivarían como consecuencia lógica.

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