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Alexandre Cote

 

¿Cómo (y/o) por qué empezó usted a trabajar en el movimiento de personas en situación de discapacidad?

Di mis primeros pasos con Handicap International en la temática del desarrollo social, con un énfasis en las colaboraciones y en el apoyo a las organizaciones de la sociedad civil. Mi implicación empezó verdaderamente cuando estuve en los Balcanes, donde ocupé varios puestos antes de convertirme en director de programa. Ahí es donde se creó el proyecto «Share-See», en colaboración con organizaciones de personas con discapacidad como, por ejemplo, el «Center for Independent Living», Poli-Plus Macedonia, la asociación de estudiantes de Yugoslavia. Se trataba de asociaciones muy centradas en el enfoque «basado en los derechos», con una visión un poco radical de la discapacidad. Así, el proyecto Share-See pudo servir de emblema del enfoque a través de los derechos por su carácter innovador y su forma diferente de trabajar. Las Organizaciones de Personas con Discapacidad (OPD) que formaban parte del programa podían elegir entre participar o no en las formaciones. Se trataba de un enfoque horizontal: los talleres eran propuestos por las OPD para las OPD. HI no era la única depositaria del proyecto; a semejanza de un consejo de administración, cada organización tenía el mismo peso en la toma de decisiones, lo que posibilitó la fuerte apropiación del proyecto por estas OPD. El trabajo en su compañía me convenció de la pertinencia de un enfoque a través de los derechos. Sin embargo, este enfoque contrastaba con el que imperaba en aquella época dentro de Handicap International que, siguiendo la línea de los «doctores franceses», estaba más marcada por el contexto humanitario y centrada principalmente en torno a acciones como la rehabilitación.

¿Cómo se le presentó la posibilidad de participar en el proceso de escritura de la Convención?

En un primer momento, el programa Balcanes financió la participación de un líder serbio, para que pudiera integrar la delegación de su país. Fue una de las primeras personas con discapacidad a estar incluida dentro de las delegaciones. Luego los socios me pidieron que fuera a Nueva York para participar en el proceso, en nombre de Handicap International. Allí me encontré con Philippe con quien habíamos llegado a un acuerdo: él, al no tener presupuesto específico para apoyar la escritura de la Convención, habíamos decidido enviar a personal del programa Balcanes al proceso de negociación. Al principio, estuvo Lisa Adams, luego Ana Perrenoud, que realizaron la secretaría del International Disability Caucus (IDC) a partir de la 4ª sesión. Yo había propuesto la idea, porque había notado que la comunicación del IDC no estaba bien coordinada, y parecía a veces que partía en varias direcciones. Ahora bien, el negociador jefe había pedido poder contar con una palabra única. Así, la publicación de un boletín que ponía en la agenda las propuestas emitidas por el IDC contribuyó enormemente a estructurar la palabra de la sociedad civil en una sola voz. El hecho de que Handicap International buscara situarse en posición de apoyo permitió legitimar nuestra acción, sabiendo que las organizaciones de personas con discapacidad al principio tenían una cierta reticencia hacia las organizaciones humanitarias. No obstante, tuvimos que coordinar el trabajo sobre algunos artículos precisos, como el artículo 28 sobre la protección social. Por un lado, las ONG del Norte tenían algunas reticencias en abordar la temática de la «asistencia social», que les parecía demasiado relacionada con el enfoque de caridad; por otro lado, las ONG del Sur tenían muy pocos conocimientos sobre esta temática. Eso nos llevó a ocupar una posición de líder en estos debates. Asimismo, participamos en el trabajo sobre los artículos 11 y 32, sin mencionar el Proyecto Sur. Como resultado, creo que tuvimos un impacto fuerte, que no obstante nunca intentamos reivindicar, en la medida en que nuestro apoyo se realizó de manera un poco informal.

Al final, ¿qué balance cree usted que tuvo esta participación en el proceso de redacción?

Teniendo en cuenta que el proyecto Share-See se desarrolló durante el periodo 2003-2007, por supuesto, estuvo vinculado con el proceso de elaboración de la Convención. Fueron dos trayectorias paralelas que se alimentaron mutuamente. Por un lado, la participación en la secretaría del IDC fue posible gracias a los presupuestos del programa Share-See. Por otro, todo lo que se aprendió en las negociaciones luego fue trasladado al programa, a fin de apoyar la palabra de las personas con discapacidad. Así, la participación en el proceso de negociación de la Convención transformó el programa. El algún momento, todos los socios del proyecto Share-See estuvieron en Nueva York. Para todos los que participaron, fue como una clase magistral, que hizo posible que cada uno se formara en contacto con especialistas muy eminentes. En aquella época se crearon vínculos muy fuertes, se podría hablar casi de una confraternización o, al menos, de una generación que se formó en este proceso de negociación. Allí estuvo Damian Tatic, que actualmente es miembro del comité de la CDPD; Vladimir Cuk, el entonces director de la Asociación de estudiantes de Yugoslavia y que actualmente es el Presidente de IDA. Del mismo modo, pudimos asistir recientemente a la emergencia de una generación en la elaboración de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Por lo tanto, se ha producido un relevo con esta nueva generación, que ha retomado la CDPD para hacer que los ODS sean inclusivos. Todo este trabajo ha permitido al mundo del desarrollo reapropiarse la Convención.

¿Qué es lo que ha cambiado durante los 10 años transcurridos desde la adopción de la Convención?

Desde hace 10 años, la Convención ya ha cambiado la consideración de la discapacidad en el plano político. Hoy en día, la consideración de esta temática ya no queda sujeta a la buena voluntad de los dirigentes políticos, se ha convertido en obligatoria. La Convención establece un mecanismo de rendición de cuentas, que funciona como un contrato. Es un contrato entre Estados en primer lugar, pero también un contrato entre ciudadanos y Estados; esto ha cambiado mucho los parámetros del diálogo entre los Estados y la sociedad civil. Por otra parte, el sello de la ONU en lo cotidiano, el hecho de que exista una Comisión en Ginebra que pase revista a la acción de los Estados, esto ha tenido un impacto en la forma en que las personas se perciben de cara a su entorno y a la comunidad. Esto ha permitido dar todo su sentido a nociones tales como la no discriminación, la accesibilidad, la dignidad, la autodeterminación, el empoderamiento. En numerosas ocasiones, en formaciones que he animado, he tenido la oportunidad de observar una reacción en los participantes, que marcaba una concienciación. La Convención da a las personas con discapacidad el poder de reclamar la realización de sus derechos. Se trata de un cambio importante, en comparación con una situación en la que la consideración de la discapacidad se asemejaba a hacer un favor. Sin duda es un cambio cuyo alcance a nosotros, los que no vivimos la exclusión en nuestra vida cotidiana, quizás nos cueste imaginar. Por último, la Convención también se presenta como un marco de referencia internacional que permite pensar la elaboración de leyes sobre la discapacidad a nivel nacional.

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